domingo, 2 de marzo de 2014

Nietzsche, Heidegger y la verdad como estimación de valor y el error.

En el «valor» lo que es estimado [das Geschätzte] y producto de una estimación [das Er-shätzte] se piensa en cuanto tal. Tener-por-verdadero y tomar y poner como «valor» es estimar. Pero esto quiere decir, al mismo tiempo, hacer una estimación y comparar. Con frecuencia opinamos que «estimar» (al estimar una distancia, por ejemplo) es simplemente fijar y determinar de modo aproximado una relación entre cosas, circunstancias, seres humanos, a diferencia de un cálculo exacto. En verdad, sin embargo, a la base de todo «calcular» (en el sentido estrecho de una «valoración» numérica) se encuentra un estimar. (Heidegger, Nietzsche, Ariel, 2013).

Y después de escuchar a Heidegger decir estas palabras, pues pertenecen a las lecciones impartidas por él en 1940 acerca del nihilismo europeo,  me quedo con las ganas de escuchar más. Deseo añadir que si el tener por verdadero es estimar (algo que ya trato en mi libro, Desde el punto de vista de la estimación, si bien desde otra perspectiva), entonces determinar cómo aparece el «error» se constituye como una cuestión central. El tener por verdadero tendrá por fundamento la evitación de la comisión de cualquier error. Pero si esta pretensión fuera de por sí inalcanzable o no realizable de forma completa, entonces la verdad aparecerá como un «error» privilegiado: el modo privilegiado, dominante, desde el cual se califica lo erróneo. Y aquí lo relevante residirá en el privilegio adquirido, la verdad la considero calificada de errónea por razón de la pretensión en la que se fundamenta: la suposición de que solo debe haber un único modo de determinar lo erróneo. Esto de por sí ya constituye un «error», ahora bien, uno muy especial. Aquí aparece ya una inversión de valor, pues al «error» adquiere el rango de valor: lo valioso consistirá en cómo otorgar y determinar lo que ha de valer por «error». En otras palabras, sin un sistema desde el cual determinar que ha de valer por «error» no podrá determinarse lo que habrá de valer por «verdadero» (lo no erróneo). Y si ningún sistema excluye de forma firme la comisión de errores, entonces no podrá defenderse la existencia de un único sistema desde el cual determinar lo verdadero; o sea, que esa pretensión, repito, ya constituye de por sí un «error». Algo que presupongo dado por sabido en Nietzsche y que Heidegger pasaba por alto (pues a lo dicho hasta aquí habría ahora que añadir el considerar el «ser» como valor, considerar la pretensión de determinar el «ser» del ente sin cometer error alguno, y claro esto ya constituye otro modo de incurrir en un «error»).

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