¿Pará qué la filosofía?



¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?

Creo que se podría decir que no hay pregunta que incomode más a un filósofo que aquella que interroga por la utilidad de la filosofía: ¿para qué sirve la filosofía?
A veces se evita responderla diciendo que si otras disciplinas o ramas del saber no tienen por qué justificarse, tampoco tendría por qué justificarse la filosofía. Es decir, la respuesta se limita a justificar la falta de respuesta. Otras veces, yo diría que el extenso discurso que se ofrece como respuesta más que contestar confirma la sospecha del que lanzó la pregunta: sirve para bien poco, pues ni siquiera sirve para ofrecer una respuesta sencilla a esta pregunta.
Y, sin embargo, la pregunta se entiende muy bien. Al menos yo comprendería a cualquiera que la realizara.
Entonces… ¿Para qué sirve la filosofía?
Otras preguntas que comparten el mismo esquema lógico podrían ser:
¿Para qué sirve la cuchara? Respuesta: para comer sopa.
¿Para qué sirve un cuchillo? Respuesta: para cortar.
¿Para qué sirve cortar? Respuesta: para separar lo cortado.
¿Para qué sirve un libro? Respuesta: para leer.
¿Para qué sirve leer? Respuesta: para tener conocimiento de lo escrito.
¿Para qué sirve la filosofía?
Quizá para comenzar a responder, o para comprender la dificultad de esta tarea, convendría abordar esta otra pregunta: ¿qué cabría entender como filosofía?
Evidentemente, esta segunda pregunta no podría contestarse como la anterior lista. Quiero decir, que a quien pregunte qué es una cuchara, un cuchillo, cortar, un libro o incluso leer se le podría responder con un simple «esto». Pues cabría dar de forma sencilla un ejemplo de leer.
Y aquí comienza mi estrategia par responder. Yo sabría encontrar todas las cosas antes citadas, pero ¿dónde encuentro la filosofía? Yo no preguntaría por el ser de lo que busco, sino por aquello ya encontrado y que otros le han dado la denominación de «filosofía». Y considero que responder a esta segunda pregunta tampoco contiene grandes dificultades: los libros de filosofía contienen discursos filosóficos. La filosofía, o el calificativo de filosófico, lo encuentro apropiado para los discursos contenidos en los libros que normalmente nadie dudaría en calificarlos de ese modo. Y me bastaría con citar unos pocos libro: Crítica de la razón pura de Kant; La fenomenología del espíritu de Hegel; Ser y tiempo de Heidegger; Las investigaciones filosóficas de Wittgenstein; Las meditaciones cartesianas de Husserl, por ejemplo. 
En cualquiera de los libros citados a modo de ejemplo encuentro un discurso filosófico. Ahí se da como contenido aquello que denominaría filosofía. No quiero decir que no se encuentre en el discurso oral o en otros textos, ni que los que he citado tengan un carácter paradigmático. Sencillamente, si esos textos contienen discursos filosóficos cualquiera que los leyera debería poder explicar por qué esos textos son filosóficos. ¿Qué encontró de especial en ellos para calificarlos como filosóficos? Del mismo modo que el que visita una museo debería poder describir lo que en él encontró en la obra expuesta para que estuviera colgada en sus paredes, por ejemplo. 
Y he de confesar cierta dificultad si tuviera que explicar que encontré en esos textos citados para calificarlos de filosóficos. Comenzaría por apuntar que todos ellos mientras los leí me hicieron pensar, detenerme a meditar sobre aquello que escribió el autor. Pero no pensar cualquier cosa, las palabras del autor me llegaban a contagiar cierta inquietud que yo atribuía a él. En qué consistía esa inquietud, en qué consistió aquello que animó al autor a dedicar su tiempo, parte de su vida, a escribir las palabras que hasta aquí habían perdurado escritas. Y la dificultad la encuentro en esta explicación, no en el encuentro. Qué sencillo me resultaría señalar que quien lea esos textos descubrirá en ellos aquello que movió a su autor a escribirlos. Antes que respuestas concisas o acertadas, pienso que se debería encontrar las preguntas que animaron las pretendidas respuestas filosóficas. Y no me refiero a generalidades como ¿qué es el ser? Se trataría de averiguar ante qué el autor se detuvo a pensar, ¿qué pudo suceder al autor para dedicarse a esa tarea de escribir un texto filosófico? Y En ese qué, que lo hizo pararse a pensar, encuentro las razones de valer de la filosofía. Y al creerme que he encontrado tal suceso, quizá traído de una ausencia imaginada, descubro que comienzo a comprender aquello que escucho de las palabras. Pero lo comprendo allí y aquí, comprendo lo que aquí me rodea, mi mundo, como si el filósofo me hablara de ello. Y comprendo el mundo del filósofo, el tiempo en el que vivió, como si yo pudiera presenciarme allí. Y aquí y allí, me descubro imaginando comprender tal y como comprendió el autor aquello que lo inquietó y las palabras que nacieron como respuesta para negar esa inquietud que movía. Acaso, ¿no pisamos todos el mismo mundo? y, aunque esto sea cierto, ¿no vivió el autor en un tiempo que ya no volverá a pasar, un tiempo y un lugar inaccesible para mí? Aquí descubro la utilidad de la filosofía, en la capacidad de la palabra para albergar el pensamiento de otros. Al leer estos textos enciendo con mi entendimiento esos pensamientos albergados en palabras y, de este modo, imagino que alcanzo a comprender este mundo tal y como lo comprendieron otros que ya vivieron en él, o que alcanzo a comprender el tiempo en el que otros vivieron y que de otro modo me parecería inaccesible. Y si en esta empresa yo fracasara, que seguro que fracasaré, no por ello habré salido perdiendo. La filosofía, el adentrarme en los discursos filosóficos me habrá alterado mi manera de comprender el mundo, mi manera de transitar por él, habré conseguido ganar un espacio, transitable mediante el pensamiento y la imaginación, que de otro modo nunca me hubiera sido accesible.
En definitiva la filosofía sirve para comprender lo pensado por otros. Y comprendiendo esto, llegar a entender de un modo distinto este mundo, un único mundo compartido con el pensador, y también para comprender e imaginar el tiempo en que vivió el pensador, el lugar de donde emergieron esos pensamientos. Comprendiendo a otros me comprendo a mí y al comprenderme de este modo también comprenderé a otros. Extender la manera en la que comprendo el mundo (y yo me considero parte de este mundo, nada extraño a él) mediante el acceso siquiera imaginado al modo como lo comprendieron otros, al menos para mí, constituye el mayor valor que aporta el discurso filosófico. 
Y si a quien se preguntara para qué sirve la filosofía no le satisficiera esta respuesta (y no quiero decir con ella que la filosofía no sirva para otros menesteres), entonces le recomendaría que no lea libros de filosofía, que no espere una mayor ganancia, para eso en la actualidad ya hay otros discursos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario