domingo, 22 de septiembre de 2013

Adonde la argumentación nos lleve

   Las siguientes palabras las he transcrito del diálogo de Platón, República, concretamente del libro III, 394.c. (Biblioteca clásica Gredos, página 165). En ellas aprecio la relación entre las palabras y el viento:
[...] allí adonde la argumentación, como el viento, nos lleve, hacia allí debemos ir.
   Ciertamente en la época en que este texto fue escrito la mayoría de las palabras serían pronunciadas, pocas quedarían escritas. Y me resulta fácil relacionar la emisión de palabras con el movimiento del aire. Las palabras quedarían comprendidas desde la capacidad de dar forma al viento, conformar el aire o hacer que el aire se note. Un movimiento liviano que solo mueve aire y que, sin embargo, es capaz de encaminar hacia un allí al que se debe llegar. La argumentación, al menos en este texto, no consiste en una deducción inalterable e inamovible, sino todo lo contrario: el desvelamiento del lugar al que se debe llegar, precisamente la conclusión.
Curiosamente, terminé mi libro, Desde el punto de vista de la estimación, con una reflexión en torno a Sócrates y acerca del valor que él concedió a seguir la voz de otros (el valor de comprender y saber seguir la voz de otro). No sin cierta sorpresa ahora he encontrado en Platón el valor concedido a seguir el camino indicado mediante palabras, el razonamiento. En mi libro escribí:
Y sin rebuscar tanto, comprendo la vivencia de leer como la capacidad de seguir el camino constituido por las palabras de otro (pág. 373).
   Y ahora, que acabo de transcribir esta oración, descubro una diferencia fundamental entre el texto platónico y mis palabras. En el primer texto la palabra era apreciada por su oralidad, comparada con el viento. En el segundo texto resulta apreciada la palabra escrita. Ahí  también descubro la distancia entre los lugares en los que ambas fueron escritas. Y sin embargo hasta aquí perdura la capacidad de comprenderlas, de compartirlas. Dos mundos comprendidos tan distantes, sin dejar de ser por ello un único mundo.

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